Eliab
Cuando llegaron, Samuel se fijó en Eliab y pensó: Sin duda que éste es el ungido del Señor. 1 Samuel 16:6.
El último versículo del capítulo anterior (1 Sam. 15) debe ser uno de los más tristes de la Biblia. Dice que el profeta Samuel nunca más volvió a ver a Saúl. Por ese motivo, el profeta sale para buscar y ungir al nuevo rey del pueblo.
En esas condiciones llega a la casa de Isaí. Llama a la familia del padre de la casa y se impresiona con su hijo mayor: Eliab. Físicamente, tal vez tendría el mismo perfil que Saúl. Nada más lógico que buscar un rey similar. Pero, Dios no estaba buscando altura.
Así, pasan el segundo hijo (Abinadab) y el tercero. Tampoco estos habían sido los elegidos por Dios. Desfilan siete hijos frente al profeta Y nada. Dios está buscando otra cosa.
No podemos decir que Eliab era un mal joven ni que hubiera sido un mal rey para el pueblo; apenas sabemos que para Dios la altura no es un argumento suficiente para que él te elija. Tampoco lo es tu título universitario, ni tu fama ni tu fuerza. El Señor tiene su propia evaluación. Lee 1 Samuel 16:7, las elecciones divinas se basan en las características del corazón del candidato, no en sus formas externas.
Eliab es el ejemplo de los “lindos vacíos”. Nada contra los lindos (y las lindas), todo contra los vacíos. Forma sin fondo no tiene valor. David tenía un corazón deseado por Dios. Esto no significa que no cometió equivocaciones, al contrarlo, cometió muchas y de las graves, como tú, como yo. Pero el problema no está en caer, sino en el tiempo que te quedas en el suelo.
Puede ser que a los ojos de los otros seas menos alto, menos tuerto, menos lindo, menos inteligente, menos “algo” que los otros candidatos, pero lo que realmente importa son los ojos del Padre. Si tienes el corazón escogido, el Señor te elegirá para que tú realices una gigantesca tarea.
Hablando de gigantes. Cuando David mata al gigante Goliat sus tres altos, fuertes, valientes y bien parecidos hermanos estaban junto con el ojército de Saúl… ¡escondidos y con mucho miedo! Es que Dios no se equivoca. Nunca.
Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014
“365 Vidas”
Por: Milton Betancor
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